“El general en Jefe del ejército de reserva responde de la plaza de Zaragoza. Esta hermosa ciudad no sabe rendirse. El Sr. Mariscal del Imperio observará todas las leyes de la guerra y medirá sus fuerzas conmigo. Yo estoy en comunicación con todas partes de la Península, y nada me falta. Sesenta mil hombres, resueltos a batirse, no conocen más premio que el honor, ni yo que los mando. Tengo esta honra, que no la cambio por todos los Imperios.
S.E. el Mariscal Moncey se llenará de gloria, si observando las nobles leyes de la guerra, me bate; no será menor la mía si me defiendo. Lo que digo a V.E. es, que mi tropa se batirá con honor; y que desconozco los medios de la opresión que aborrecieron los antiguos Mariscales de Francia.
Nada le importa un sitio a quien sabe morir con honor, más cuando ya conozco sus efectos en 61 días que duró la vez pasada. Si no supe rendirme entonces con menos fuerzas, no debe V.E. esperarlo ahora, cuando tengo más que todos los ejércitos que me rodean.
La sangre española vertida nos cubre de gloria, al paso que es ignominioso para las armas francesas haber vertido la inocente.
El Sr. Mariscal del Imperio sabrá, que el entusiasmo de 11 millones habitantes no se apaga con opresión, y que el que quiere ser libre, lo es. No trato de verter la sangre de los que dependen de mi gobierno; pero no hay uno que no la pierda gustoso por defender su Patria. Ayer las tropas francesas dejaron a nuestras puertas bastantes testimonios de esta verdad; no hemos perdido un hombre, y creo poder estar o más en proporción de hablar al Sr. Mariscal de rendición, si no quiere perder todo su ejército en los muros de esta plaza. La prudencia que le es tan característica y que le da el renombre de bueno, no podrá mirar con indiferencia estos estragos, y más cuando ni la guerra ni los españoles los causan ni autorizan.
Si Madrid capituló, Madrid habrá sido vencido y no puedo creerlo; pero Madrid no es más que un pueblo, y no hay razón para que éste ceda.
Sólo advierto al Sr. Mariscal que cuando se envía un parlamento, no se hacen bajar dos columnas por distintos puntos, pues se ha estado a pique de romper el fuego, creyendo ser un reconocimiento más que un parlamento.
Tengo el honor de contestar a V.E. Sr. Mariscal Moncey con toda atención, en el único lenguaje que conozco y asegurarle mis más sagrados deberes.
Cuartel General de Zaragoza, 22 de diciembre de 1808 – El General Palafox.
Suplemento a la Gaceta del gobierno de 3 de febrero de 1809.